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"Tengo sueños eléctricos", una película de Valentina Maurel

El cine latinoamericano vuelve con fuerza a Bruselas con el primer largometraje de la directora costarricense Valentina Maurel, "Tengo sueños eléctricos". Una película sensible en la que las ilusiones adolescentes se enfrentan a las dificultades de ser adulto.


© Cinéart

"Tengo sueños eléctricos, en los que mi padre, cuando no puede arreglar algo, lo revienta al piso". Eva es una adolescente que vive con su madre y su hermana en San José. Recientemente divorciado, su padre, un hombre impulsivo y violento, intenta rehacer su vida. Fascinada por esta figura paterna, un poeta a la deriva que parece responder a cierto ideal adolescente, Eva se construye a su sombra y encuentra por fin su lugar.


Tras dos cortometrajes sobre la adolescencia y las relaciones padre-hija, Valentina Maurel sigue explorando la adolescencia, ese desentrañamiento doloroso y progresivo de los ideales de la infancia. En la misma línea, la directora cuestiona la estabilidad de la edad adulta, con estas figuras parentales ambivalentes, atascadas en sus propias vidas, lejos de las proyecciones lineales y de los papeles modélicos.


Galardonado con el premio a la mejor dirección en el Festival de Locarno, el trabajo de composición de los personajes es impresionante. La directora les da una libertad que hace de estos seres desollados figuras absolutamente entrañables. Amor y brutalidad se dan la mano constantemente, tanto en las relaciones humanas como en el caos urbano, donde las canciones amorosas de los mariachis tapan el ruido de las peleas callejeras. "Nos amamos a golpes, nos amamos a gritos", escribe Eva en uno de sus poemas.


La acción, totalmente centrada en las relaciones humanas, confiere a la película una dimensión intemporal, desprovista de los marcadores de nuestro tiempo. Este reenfoque sobre lo que significa ser humano, sin artificios, pero también sin juicios morales, acentúa el aspecto crudo de "Tengo sueños eléctricos".


Egresada del INSAS, la escuela de cine de Bruselas, la directora franco-costarricense se desmarca con brillantez de los códigos a menudo asignados a las coproducciones europeas en América Latina. En efecto, su película no está concebida como un objeto cultural o sociológico que intente explicar algo sobre la sociedad costarricense. La película se concibe como un verdadero objeto de cine, que se ancla en una realidad local sin exotizarla ni explicarla. Para ello, destaca el trabajo de fotografía, en un sincero deseo de mostrar la ciudad de San José a imagen de sus personajes, a la vez imperfectos y entrañables.



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