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Gea Zazil - diseñadora de iluminación, bailarina y coreógrafa.


Conocí a Gea en medio de una tormenta de nieve. A mediados de enero, cuando toda Bélgica estaba cubierta de blanco, presentó Apapacho en el “Théâtre de la Parole”, un espectáculo infantil sobre la cultura mexicana que combina cuento, música y danza. Unas semanas más tarde, me reuní de nuevo con ella, en su piso de Bruselas. Pasamos dos horas juntes, tomando café y comiendo quesadillas. Fue un encuentro a imagen y semejanza de Gea, apasionado y apasionante, luminoso y generoso. Una oportunidad para hablar de su recorrido, de cómo generar su suerte, del uso de las "nuevas" tecnologías en el arte y de la gestión de su herencia.


Naturalmente, empezamos la charla hablando de Apapacho. Todo empezó con la petición de la escuela de su hija de un espectáculo para celebrar el día de San Nicolás. El resultado fue Cadeau, que luego se convirtió en Apapacho, una obra en la que se ofrece la cultura mexicana como regalo. 


Gea está acostumbrado a trabajar con niños. "Para pagarme los estudios universitarios en México, daba clases a niños. Lo que aprendía en la escuela, lo ponía en práctica con ellos. Así empecé a desarrollar mi propio método, un laboratorio de danza para niños, donde ellos podían crear sus propias coreografías".


Se llevó consigo este método de trabajo cuando se marchó a Bélgica. Es un trabajo exigente, pero complementa sus proyectos para adultos. "Los niños son un público maravilloso. Son muy sinceros. Si algo no funciona, te lo hacen saber". En definitiva, son el caldo de cultivo de su trabajo como bailarina, coreógrafa y diseñadora de iluminación. "Todo lo que hago, lo pruebo primero con los niños. Puedo experimentar con todas mis locuras, ellos no tienen prejuicios. Si funciona con los niños, funcionará con los adultos".


Un consumo de las redes al por mayor


Y de hecho, durante la pandemia, cuando ya no pudo impartir estos talleres de danza presenciales, desarrolló las videoconfedanzas, un taller virtual de danza y experimentación. El encierro le permitió encontrar un nuevo modo de expresión, "trabajando con las posibilidades de la pantalla como herramienta creativa". Un experimento que, en su punto álgido, reunirá a niños detrás de sus pantallas tres horas al día.  


Este trabajo con niños encontrará su contrapartida en el mundo adulto con un taller virtual, Dance your PhD, una colaboración con el profesor Nicolas Kervyn de la Universidad de Louvain la Neuve. Se trata de un concurso internacional en el que estudiantes de doctorado tienen que explicar su tema de investigación por medio de la danza. Un proyecto de divulgación del conocimiento científico a través de la creación artística y la tecnología que se desarrolló durante la pandemia y continúa en la actualidad bajo el nombre Dance your research.


La idea que subyace a este proyecto es que "todo lo que tiene cabida en el mundo real debe encontrar su equivalente en el espacio virtual". Esto la ha llevado a consumir redes sociales al por mayor, a estudiar las formas de este nuevo lenguaje. Gea está convencida de que estas herramientas deben ser asimiladas por todos: "Nuestra generación tiene la enorme responsabilidad de crear contenidos. La gente de mi edad no sabe cómo aplicar estas herramientas a su profesión. En consecuencia, estamos dejando este espacio de expresión en manos de la generación más joven, que habla de experiencias propias de su edad. Lo cual es normal. Pero nuestro abandono de estos espacios impide la transmisión entre generaciones".  


Para Gea, el uso de la tecnología y las redes sociales es fundamental en su trabajo y proporciona un terreno fértil para la creación. "Apapacho es típico de mi trabajo. Es una creación híbrida, pero en realidad... ¡Apapacho es un Tik tok!” Efectivamente, para este espectáculo, Gea disecciona la mecánica de la red social y se apropia de todas esas capas del lenguaje (visual, escrito, sonoro), es un recurso que alimenta su discurso. "Apapacho está concebido así e inconscientemente el público ya posee este lenguaje. Pero esta construcción hubiera sido imposible 10 años atrás".


Apapacho - creado por Gea Zazil



"Yo llego con mis aventadas, sin mirar atrás"


Lo que admiro de Gea es la cantidad de proyectos que lleva a cabo al mismo tiempo, con aparente fluidez y relajación. Mientras preparaba mi encuentro con ella, me deslumbraron todos los contactos que consiguió desarrollar desde que llegó a Bélgica. Una impresionante red de contactos y socios que ha construido desde cero. 


Gea llegó a Bélgica en 2009. Entonces vivía en México, donde bailaba para compañías y diseñaba la iluminación de espectáculos, mientras salía con un belga. A raíz de unos problemas en la columna que le impedían trabajar, decidió venir a Bélgica para curarse. Fue una decisión que pensó como temporal, pero que quiso aprovechar al máximo. Durante dos años, se cuidó, aprendió francés y quiso trabajar en las mejores instituciones culturales. 


Así fue como llamó a la puerta de la Opéra de la Monnaie. O mejor dicho, puso el pie en la puerta. "Mi filosofía siempre es ir y preguntar. En mi cabeza ya tengo el no, pero no tengo miedo de ir y preguntar primero". Así fue como una mañana, a finales de 2010, llegó a la recepción de la Ópera con su computadora bajo el brazo y pidió hablar con el productor. Tras una hora de espera en el vestíbulo, por fin consiguió hablar con él cuando salía de su pausa de almuerzo. Conoció a Carlos Proenza, que, por suerte, hablaba español. Le hizo una breve presentación de sus creaciones en México y ese mismo día consiguió un contrato de prácticas en el equipo de iluminación de la Ópera. "Me la jugué, toda mi vida ha sido así, llego con mis aventadas, sin mirar atrás"


En 2011, una ley instó a las instituciones culturales a lograr una mayor paridad en sus equipos técnicos. En el mundo de la iluminación, dominado por los hombres, Gea es la candidata ideal. El lugar adecuado, en el momento adecuado. Al final, la polifacética Gea permaneció 10 años en la Ópera, alternando los departamentos de iluminación y vestuario. 


Una experiencia que casi nunca vio la luz. En 2011, se separó de su novio y todo su círculo de amistades se mudó de Bruselas. Gea sintió que había cerrado el círculo y compró un boleto para regresar a México. "Ese día conocí a mi actual marido, el padre de mi hija, y ya nunca me fui”. Hay días así, que redefinen el resto de una vida. 


"Una costeña de Acapulco, con todo lo que conlleva"


La mexicanidad está en el corazón de todos sus proyectos. Es un interés que nace de su trayectoria personal. A los 9 años se matriculó en el Instituto Mexicano de Bellas Artes, donde estudió danza contemporánea y danza tradicional mexicana. En México, sin embargo, su pasión por los bailes populares pronto se vio encorsetada. "Por un lado, no se les aprecia en su justa medida, debido a los prejuicios de clase sobre lo que deben ser las "bellas artes", pero también es una disciplina con una enorme cantidad de códigos. Los folcloristas mexicanos de la época eran muy estrictos y conservadores sobre lo que se podía y no se podía hacer en el folclore".


Fue finalmente al llegar a Bruselas cuando encontró su identidad en la danza, su mexicanidad, hecha de limitaciones pero también de oportunidades. "Cuando llegué aquí, me sentí libre de hacer lo que quisiera. Por un lado, estaba en la meca de la danza contemporánea, y la competencia era muy dura en ese sector". Pero nadie sabía nada de danza tradicional mexicana. "Así que quise aprovechar la libertad que me daba mi identidad. Desde entonces, todas mis creaciones han seguido esta línea, muy enraizada en la cultura mexicana pero con un lenguaje contemporáneo"


Una identidad que se ha enriquecido aún más en los últimos años. Embarazada de su hija, Gea experimenta algunos problemas de salud. Según su ginecólogo, son típicos de las mujeres de la comunidad afrocaribeña. Gea descubrió entonces que era afrodescendiente. "Muchas cosas empezaron a tener sentido a partir de entonces. En la escuela de baile estaba rodeada de niñas blancas y yo siempre fui la más morena del grupo"


En México, el tema de la afrodescendencia es un gran tabú. Gea creía que su color de piel, su morfología y sus rasgos procedían de un pasado indígena. "En casa nunca se hablaba de ello". Gea viene de Acapulco, una región costera con una comunidad afrodescendiente que llegó a México como esclavos al servicio de la Corona española. Cuando Gea descubrió sus orígenes, empezó a hacer preguntas a quienes la rodeaban. Su madre le contó que cuando estaba embarazada de ella, su abuelo materno vino a disculparse porque "probablemente la niña tendrá rasgos afro"


En México, el estigma es muy pesado de llevar. "Para mi abuelo era una desgracia, "cosas del diablo", como dicen. Tenía otra lengua que se negaba a hablar, tenía demasiado miedo a la discriminación". Para Gea, se trata de unas raíces a las que llegó tarde, pero que son esenciales. Su próximo proyecto indigará esta herencia. Hoy se identifica mucho más con las raíces de su región de origen, "soy una 'costeña' de Acapulco, con todo lo que eso conlleva".


Es esta nueva identidad la que la ha llevado a interesarse por las perspectivas decoloniales, que pretende aplicar a su disciplina de iluminación escénica. "El diseño de la iluminación es la base de todo en un teatro. Sin luz no se ve nada. Y esta base nos la enseñan desde un punto de vista eurocéntrico. En la escuela nos enseñan que todo empieza con el teatro griego. La idea es empezar a trabajar desde otras perspectivas. Por ejemplo, por nuestra situación geográfica, la luz -y por tanto los colores- son más intensos en Latinoamérica". 


Una experiencia migratoria cargada de Historia 


Al igual que su herencia, que influye en su trabajo y forma parte de la historia racial de México, Gea es consciente de que su viaje migratorio también es fruto de una historia que va más allá de la suya. Para uno de sus proyectos, entrevistó a varias generaciones de inmigrantes mexicanos residentes en Bruselas. 


En los últimos años, ha observado un cambio en el perfil de los mexicanos que viven en Bruselas. "Los que llegaron hace 30 años tienen muy pocos vínculos con la comunidad latina. Han tenido que borrar su identidad mexicana para integrarse en el sistema belga. De hecho, casi nunca vuelven". A continuación, subraya la importancia de las redes sociales, "al no estar presentes en ellas, estas generaciones nos son desconocidas, les perdemos la pista". Sin embargo, fueron ellos los que allanaron el camino a los que vinieron después, como ella. "La vida en Bélgica no es fácil, pero es más fácil que antes. En el campo de la danza, el camino cultural ya estaba trazado para nosotros y 'lo petamos todo'"


Una dinámica que sigue creciendo con la globalización, las becas de estudio y las multinacionales que contratan en todo el mundo. Los inmigrantes mexicanos están representados en todos los ámbitos, en todos los sectores profesionales y en todos los estratos sociales. "Para mi generación y para los que se instalan ahora aquí, volver a México con regularidad es una necesidad y una exigencia". Esta integración se ve facilitada por la imagen internacional que proyecta México: "Aquí se ha hecho un gran trabajo de marketing. La gente aquí asocia directamente a México con una imagen positiva, lo que ayuda a integrarnos"


Para concluir nuestro encuentro, le pedí a Gea que hiciéramos una foto en el patio de su edificio con un objeto que simbolizara su carrera. Eligió posar con sus zapatos de baile, comprados en México. Tacones negros con suela usadas por las “aventadas” de Gea. "Son unos tacones especiales, llamados tacones "muñeca". Son más grandes que los tacones flamencos. Los bailes mexicanos requieren más estabilidad porque nos movemos mucho en el escenario". 


Estabilidad en constante movimiento. Gea no podía haberme ofrecido una metáfora personal mejor para concluir este encuentro.


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